El muro negro

Cerrar los ojos y viajar

entre piedras, serpientes,

masticando los silencios del tiempo

y el espacio del abismo.

 

Interpretar el sueño,

acariciar la mano del niño,

que un día fue,

el viento que descansa en la lágrima

que hoy,

evapora un suspiro.

 

Encontrar el perdón

en el olvido

que nocturno abriga

el desconcierto;

Descubrir en los años

la experiencia

que castiga con arena

los desiertos.

 

Esperar que manen de mis manos

pechos,

mañanas de hambre y

sudor,

cuerpos rotos de hacerse

el amor

y espaldas ávidas de saliva

e intimidad.

 

Romper el muro negro,

subir,

y en la cima

gritar,

besar unos labios invisibles

que mueren

donde nacen

las mareas;

lanzarse al vacío

de la tranquilidad y el estímulo

que ofrece la música

al batir de sus notas.

 

Concilio esta noche

la cobardía de la culpabilidad

con el infame dolor

de no sentir nada.

 

Abrir los ojos,

respirar aire fresco,

digerir el veneno en ayunas

y ver brotar de tus manos

agua.

Agua de limón.

 

 

 

 

 

 

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