Mar

Dicen que la música despacio
acompaña una mañana rara sin sol. 
Hay muchas canciones que llevan tu nombre
y no tengo espacio en mi disco duro emocional.
De tanto hacer castillos de arena
quedó el desierto sin alma,
con los pozos de agua varados
y las dunas atentando contra la vida.
Escribo estas líneas pensando que éste será
el último suicidio de unas letras sin espacio.
Busco el espacio comercial
y solo veo agua y salitre entre mis lágrimas.
Algo que sostiene un libro sin semáforos
y con alguna tonelada de basura.
La intranquilidad de un disco rallado
y el hilo que atenta 
contra el discurso humilde de una vida.
Ya no tengo a favor 
la diversión de un niño que juega dormido
y la intensidad es un plato 
que a veces rebosa.
Estrecho mis manos con mi sombra 
y acordamos su vida en el espejo
que vive junto a mi puerta.
Dicen que el mar es inmensidad.
Intensidad.
Espacio.
Luz.
Espera la llegada de un vendaval de luz
y una sonrisa que congela. 
Muero de imaginación 
por no vivir de amor. 
Cosecho en mis manos 
la fruta que tanto te gusta
y está claro,
que hay un aroma de ausencia
que acompaña mi soledad de notas 
y poesía absurda.
No.
No se amar. 
Amar es otra cosa.
Amar no es ponerle nombre al pasado.
No desear tu cuerpo en el olvido.
Es el olor a lengua de signos. 
Desnudos.
Ojerosos.
Libres.
Amar es ahorrarte 
un segundo de sufrimiento.
Espero tu diario de agua y arena,
felicidad y conflictos vencidos, 
y algún secreto debajo del brazo.
Vivirá en mí el mejor recuerdo
de una noche de primavera sin luna.
Construir.
Recordar.
Amar.
Encontrar el sitio.
Y saber que siempre serás 
el dichoso oportunismo 
de un correo de madrugada. 

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Era de verdad,
que yo tenía ganas de verte.
Era de verdad,
que yo tenía ganas de quererte.
Aquel día creía
que iba a reventar,
me salían flores
hasta por las orejas.