La muchacha de los pendientes de plata.

Nunca tuvo pendientes por que su historia nunca lo permitió.  
La mancha de su cara refleja los golpes que la vida le ha dado 
y el brillo de sus ojos reflejan la calma de su corazón derrotado de sueños.
La vida le sorprendió con un rastrillo y una pala en la mano, 
cuidando los campos que un día le dieron de comer. 
Y las curvas de su espalda me comentan que el trabajo fue duro 
por que el vacío en el estómago grita más 
que el silencio de las noches en blanco.
Las costillas rotas se me clavan como espadas 
que me sugieren palpar la violencia del rostro que dejó caer la mano 
sobre su rostro en cada noche esperada.
Su locura de niña feliz me señala la infancia de lagartija al sol  
que un tiempo debió tener, y que ya nunca volverá. 
Por que el tiempo no se puede recuperar 
aunque deje su huella en el recuerdo.
Las lágrimas de sus ojos sangran las drogas que nunca debió tomar, 
sin saberlo,  sin quererlo, 
y que le hicieron ver el lado oscuro de las barras y sus alcoholes.
Su cintura frágil y lánguida baila ahora al son de la felicidad lograda 
por unas manos que en sus heridas nos muestran largas horas de trabajo.
Hoy la muchacha es una mujer 
con cuerpo de adolescente y sentimiento de niña. 
Por que así lo quiso el destino, por que así lo quiso dios, o el universo.
Hoy la muchacha tiene unos pendientes de plata que alguien le regaló, 
y recogió un puñado de lágrimas en cada verso del momento.
Por que las heridas del ayer son las sendas del mañana. 
Hoy la muchacha ya es mujer.

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7 comentarios sobre “La muchacha de los pendientes de plata.

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